No es casual que lo primero que nos encontramos cuando llegamos al Ecocentro, sea un poema de Jorge Luis Borges, plasmado sobre una gran lámina de chapa, perteneciente en algún momento lejano, a un barco. Y que dice así:
El Mar
Antes que el sueño (o el terror) tejiera
mitologías y cosmogonías,
antes que el tiempo se acuñara en días,
el mar, el siempre mar, ya estaba y era.
¿Quien es el mar? ¿Quien es aquel violento
y antiguo ser que roe los pilares
de la tierra y es uno y muchos mares
y abismo y resplandor y azar y viento?
Quien lo mira lo ve por vez primera.
Siempre con el asombro que las cosas
elementales dejan, las hermosas
tardes, la luna, el fuego de una hoguera.
¿Quién es el mar, quién soy? lo sabré el día
ulterior que sucede a la agonía.
Más allá de lo que dicen las palabras, podemos notar que los signos de interrogación son numerosos. Pareciera que el Ecocentro ha buscado dar respuestas a esos interrogantes de Borges, que son de los hombres todos.
Y así lo confirman las palabras de quienes nos reciben y orientan en esta construccion generosa en espacios, luminosa y con un ambiente distendido.
El Ecocentro es definido como un lugar de acercamiento al mar, para lograr un mayor conocimiento sobre el mismo y concientizar sobre su delicado ecosistema. Su fauna, sus costas, sus mareas, sus recursos.
Este acercamiento está propuesto desde varios ángulos, teniendo en cuenta las distintas sensibilidades humanas: a algunos nos llegan las imágenes: ballenas, lobos de mar, pingüinos, aves; a otros las palabras escritas en cientos de reflexiones y poesías y a otros los sonidos o los silencios.
En cuanto a los espacios que el visitante puede disfrutar, encontramos una Biblioteca, con numerosos volúmenes referidos a la Patagonia y en varios idiomas. Una amplia superficie vidriada nos incorpora al paisaje pleno de mar y la lectura se hace amena. Por si fuera poco, podemos acceder a un espacio en un nivel superior con una vista en 360 grados y confortables sillones. Casi no dan ganas de seguir recorriendo, tan bien se siente uno allí.
Regresando al nivel de planta baja, una confitería con amplia vista al mar nos propone una pausa en la recorrida y una excusa para charlar e intercambiar sensaciones.
En el mismo nivel encontramos un amplio salón con variadas opciones: ver videos, estudiar los paneles con información, visitar una pileta en piedra con estrellas de mar, erizos y otras especies pequeñas, casi inmóviles. Nos obligan a nuestra propia inmovilidad para poder observar esa vida desconocida para nosotros.
Una sala a oscuras nos permitirá sentarnos y escuchar los sonidos de las ballenas y el mar. También la fotografía, acompañando poesías y extractos, está presente. En otras salas encontramos, mapas, objetos de estudio e investigación, datos técnicos, etc.
De repente caigo en la cuenta de que esperaba más… todo es muy tranquilo, muy quieto. Tan acostumbrados estamos a la explosión de sonido e imágenes que nos cuesta ser simplemente observadores , necesitamos que nos lo den, procesado y ruidoso, impactante. Y esta naturaleza simplemente está para estar, y no para ofrecernos un show de luces y sonidos.
En nuestra mente y en nuestro espíritu empezamos de a poco a sentir que los interrogantes de Borges se hacen nuestros. La inquietud está sembrada… todo un camino por delante por descubrir.
Gracias Ecocentro, gracias mar por este espacio de encuentro.